"¿PARA QUIÉN SERÁN TODOS TUS BIENES?" Lc 12, 20
Pastoral Educativa
Querida comunidad educativa:
¡Muy buenos días! Esperamos que se encuentren muy bien…
Nos ponemos en presencia de Dios para comenzar la oración de hoy.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 12, 13-21
En aquel
tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: “Maestro,
dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”. Pero Jesús le contestó:
“Amigo, ¿quién me ha puesto como juez en la distribución de herencias?”
Y
dirigiéndose a la multitud, dijo: “Eviten toda clase de avaricia, porque la
vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”.
Después
les propuso esta parábola: “Un hombre rico tuvo una gran cosecha y se puso a
pensar: ‘¿Qué haré, porque no tengo ya en dónde almacenar la cosecha? Ya sé lo
que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para
guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: Ya tienes
bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date a la buena
vida’. Pero Dios le dijo: ‘¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para
quién serán todos tus bienes?’ Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para
sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios”.
Palabra del Señor
En el
relato de Lucas, hoy encontramos a estos hermanos que piden a Jesús que
intervenga en una cuestión familiar que muchas veces ocasiona infinitas
discusiones y tensiones. En aquel tiempo, la herencia tenía que ver también con
la identidad de las personas (1Re 21,1-3) y con su supervivencia (Núm 27,1-11;
36,1-12). Pero como hoy, el mayor problema era la distribución de las tierras
entre los hijos del padre fallecido.
Esta
Palabra para nosotros debe ser un motivo de luz, de guía; esta Palabra que nos tiene
que llevar a descubrir el verdadero sentido y esencia de nuestra misión de
creyentes, de cristianos.
Jesús
comienza hablando porque se le acerca un hombre de entre la multitud y le dice:
“Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia.” Jesús le
responde: “Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?”.
En la
respuesta de Jesús se ve la conciencia que tenía de su misión. Jesús no se
siente enviado por Dios para atender el pedido de arbitrar entre los parientes
que se pelean entre sí por el reparto de la herencia. Pero el pedido despierta
en él la misión de orientar a las personas y que el valor de una vida no
consiste en tener muchas cosas, sino en ser rico para Dios (Lc
12,21).
Jesús
comienza diciendo: “Cuídense de la avaricia, cuídense, porque aún en medio de
la abundancia la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas”. ¿Qué
significa esto? Muchas veces tenemos que estar atentos y tenemos que
preguntarnos, ¿dónde está nuestra mirada? Si hemos puesto la mirada en acumular
riquezas, bienes, hemos perdido de vista contemplar al Maestro, al Señor de la
vida, al Señor de la historia. Qué lindo sería para nosotros en este día poder
descubrir no sólo donde está nuestra mirada sino donde está nuestro corazón, ya
que nuestra misión tiene que ser ante todo y sobre todo buscar agradar a Dios.
Deberíamos nosotros buscar
cuál es nuestra riqueza, cuál es nuestro tesoro. Bien sabemos y claramente,
como creyentes, como cristianos, que nuestra mayor riqueza, nuestro mayor
tesoro es el Señor. Somos peregrinos en la tierra con la mirada puesta en el
cielo y esa es nuestra meta. Ese es nuestro gran tesoro.
Pidamos al Señor en este
día que nos de la Sabiduría de poner la mirada, poner el corazón en Él, en su
Luz, en su guía. Y sobre todo que nuestra mayor riqueza sea el Señor.
Que tengas una bendecida
semana, que el Señor te guíe en este camino, y sobre todo, que busquemos en
todo al Señor que es la riqueza para nuestra vida y para nuestra historia.