"SIMEÓN LO TOMÓ EN SUS BRAZOS Y BENDIJO A DIOS" Lc 2, 28
Pastoral Educativa
Querida
comunidad educativa:
Nos ponemos en presencia de Dios para comenzar
la oración de hoy.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, Amén.
Lectura del Santo Evangelio
según San Lucas 2, 22-35:
Transcurrido
el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José
llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo
escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también
para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.
Vivía
en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que
aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le
había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido
por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño
Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y
bendijo a Dios, diciendo:
“Señor,
ya puedes dejar morir en paz a tu siervo,
según
lo que me habías prometido,
porque
mis ojos han visto a tu Salvador,
al
que has preparado para bien de todos los pueblos;
luz
que alumbra a las naciones
y
gloria de tu pueblo, Israel”.
El
padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los
bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto
para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará
contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los
corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.
Palabra de Dios
Reflexión del Evangelio de San Mateo
Muchas veces, con la agitación del día, no percibo
la presencia de Cristo, olvido que Él está siempre a mi lado. Vivo la vida pensando
en mis problemas, dificultades, responsabilidades… es decir, en mi egoísmo; no
me doy cuenta de que Él quiso permanecer en la eucaristía por amor a mí, y que
tengo el mayor tesoro: ¡la vida de gracia y su permanencia fiel en mi corazón!
Cristo escogió la forma más sencilla y necesaria
para hacerse sacramentalmente presente. Un simple pedazo de pan que es su
cuerpo, comida y bebida para mí peregrinar rumbo al cielo.
Meditación
del Papa Francisco
El Pueblo de Dios es invitado en cada época histórica
a contemplar esta luz. Luz que quiere iluminar a las naciones. Así, lleno de
júbilo, lo expresaba el anciano Simeón. Luz que quiere llegar a cada rincón de
esta ciudad, a nuestros conciudadanos, a cada espacio de nuestra vida.
“El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una
gran luz”. Una de las particularidades del pueblo creyente pasa por su
capacidad de ver, de contemplar en medio de sus “oscuridades” la luz que Cristo
viene a traer. Ese pueblo creyente que sabe mirar, que saber discernir, que
sabe contemplar la presencia viva de Dios en medio de su vida, en medio de su
ciudad. Con el profeta hoy podemos decir: el pueblo que camina, respira, vive
entre el “smog”, ha visto una gran luz, ha experimentado un aire de vida. [...]
¿Cómo es esta luz que transita nuestras calles?
¿Cómo encontrar a Dios que vive con nosotros en medio de nuestras ciudades?
¿Cómo encontrarnos con Jesús vivo y actuante en el hoy de nuestras ciudades
pluriculturales? (Homilía de S.S. Francisco, 26 de septiembre de 2015).
Amén