PARA MEDITAR EN CUARESMA

Viernes 20 de Marzo

 

UN DIÁLOGO DE CORAZÓN A CORAZÓN: Oración con Dios

          

 

Una vez que fijamos la mirada en nuestro corazón (cómo lo planteabamos en estos días) qué les parece si todo lo que de ahí surja lo HABLAMOS CON DIOS, de amigo a amigo, siendo bien sinceros, pudiendo decir toda la verdad, porque a Dios no podemos engañarlo y además porque decir la verdad nos ayuda a sentirnos más tranquilos. Será una buena oportunidad entonces, para pedirle a Dios que nos ayude a convertir, a cambiar nuestro corazón, a cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder así vivir más cerquita de Él y de nuestros hermanos.

Durante la cuaresma, podemos hacer un esfuercito especial de rezar todos los días, si es que no lo hacemos, ya que es un tiempo de oración, un tiempo para contemplar, agradecer, amar y dejarse iluminar por la palabra de Dios.

 

Homilía de Francisco

“Ayer he recibido un mensaje de un sacerdote de Bérgamo pidiendo rezar por los médicos de Bérgamo, Treviglio, Brescia, Cremona, que están al límite de su trabajo; están dando su propia vida para ayudar a los enfermos, para salvar la vida de los demás. Y también oremos por las autoridades; para ellos no es fácil manejar este momento y muchas veces sufren las incomprensiones. Ya sean médicos, personal de hospitales, voluntarios de la salud o las autoridades, en este momento son pilares que nos ayudan a ir adelante y nos defienden en esta crisis. Oremos por ellos”.

Comentando la primera lectura que presenta la liturgia este viernes de la III Semana de Cuaresma, el Papa Francisco recordó que, el Profeta Oseas (Oseas 14, 2-10) nos exhorta a hablar con Dios no como juez, sino como un Padre bueno que ama y perdona siempre.

Cuando leo o escucho este pasaje del profeta Oseas que hemos escuchado en la primera lectura [que dice]: "Vuelve Israel, al Señor, tu Dios, vuelve", cuando lo escucho, recuerdo una canción que cantaba Carlo Buti hace 75 años y que se escuchaba con tanto placer en las familias italianas de Buenos Aires: "Vuelve con tu papá". La canción de cuna todavía te cantará". Vuelve: pero es tu padre quien te dice que vuelvas. Dios es tu papá, no es el juez, es tu papá: "Ven a casa, escucha, ven". Y ese recuerdo – yo era un niño pequeño – me lleva inmediatamente al padre del capítulo 15 de Lucas, ese padre que dice: "Vio a su hijo venir desde lejos", ese hijo que se había ido con todo el dinero y lo malgastó. Pero, si lo vio de lejos, fue porque lo estaba esperando. Subía a la terraza – ¡Cuántas veces al día! – durante días y días, meses, años tal vez, esperando a su hijo. Lo vio de lejos. Vuelve con tu papá, vuelve con tu padre. Él te espera. Es la ternura de Dios la que nos habla, especialmente durante la Cuaresma. Es el tiempo de entrar en nosotros mismos y recordar al Padre o volver a tu padre.

"No, Padre, me avergüenzo de volver porque... Ya sabe Padre, he hecho cosas feas, he hecho muchas cosas feas...". ¿Qué dice el Señor? "Vuelve, yo te curaré de tu infidelidad, te amaré profundamente, porque mi ira se ha alejado. Seré como el rocío; tú florecerás como un lirio y echarás raíces como un árbol del Líbano". Vuelve con tu padre que te está esperando. El Dios de la ternura nos curará; nos curará de muchas, muchas heridas de la vida y de muchas cosas feas que hemos hecho. ¡Cada uno tiene lo suyo!

Vvolver a Dios es volver al abrazo, al abrazo de nuestro padre. Él es capaz de transformarnos, Él es capaz de cambiar nuestros corazones, pero quiere que demos el primer paso: volver. No es ir a Dios, no: es volver a casa.

Y la Cuaresma siempre se centra en esta conversión del corazón que, en el hábito cristiano, toma forma en el sacramento de la Confesión. Es el momento para – no sé si para "ajustar las cuentas", no me gusta eso – dejar que Dios nos blanquee, que Dios nos purifique, que Dios nos abrace.

Sé que muchos de ustedes, por Pascua, van a confesarse para encontrarse con Dios. Pero muchos me dirán hoy: "Pero Padre, ¿dónde puedo encontrar un sacerdote, un confesor, por qué no puedo salir de casa? Y yo quiero hacer las paces con el Señor, quiero que me abrace, quiero que mi padre me abrace... ¿Qué puedo hacer si no encuentro sacerdotes?". Haz lo que dice el Catecismo. Es muy claro: si no encuentras un sacerdote para confesarte, habla con Dios, que es tu padre, y dile la verdad: "Señor, he hecho esto, esto, esto... Perdóname", y pídele perdón de todo corazón, con el Acto de Dolor y prométele: "Me confesaré después, pero perdóname ahora". E inmediatamente volverás a la gracia de Dios. Tú mismo puedes acercarse, como nos enseña el Catecismo, al perdón de Dios sin tener un sacerdote a la mano. Piensa en ello: ¡es el momento!  Y este es el momento adecuado, el momento oportuno.

Sería bueno que hoy en nuestros oídos resonara este "vuelve", "vuelve a tu papá, vuelve a tu padre". Te espera y hará fiesta.

También hoy, el Papa Francisco terminó la celebración de la Misa con la adoración y la bendición Eucarística, invitándonos a hacer la Comunión espiritual.

“A tus pies me Postro, ¡oh Jesús mío!, y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito, que se hunde en la nada, ante Tu santa Presencia. Te adoro en el Sacramento de Tu amor, la inefable Eucaristía, y deseo recibirte en la pobre morada que te ofrece mi alma. Esperando la dicha de la Comunión sacramental, quiero poseerte en espíritu. Ven a mí, puesto que yo vengo a Ti, ¡oh mi Jesús!, y que Tu amor inflame todo mi ser en la vida y en la muerte. Creo en Ti, espero en Ti, Te amo. Así sea”.

Amén.