"MUJER, QUEDAS LIBRE DE TU ENFERMEDAD" Lc 13,12
Pastoral Educativa
Querida
comunidad educativa:
Nos ponemos en presencia de Dios para comenzar
la oración de hoy.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, Amén.
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 13,
10-17:
Un
sábado, estaba Jesús enseñando en una sinagoga. Había ahí una mujer que llevaba
dieciocho años enferma por causa de un espíritu malo. Estaba encorvada y no
podía enderezarse. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: “Mujer, quedas libre de
tu enfermedad”. Le impuso las manos y, al instante, la mujer se enderezó y
empezó a alabar a Dios.
Pero
el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiera hecho una curación en
sábado, le dijo a la gente: “Hay seis días de la semana en que se puede
trabajar; vengan, pues, durante esos días a que los curen y no el sábado”.
Entonces
el Señor dijo: “¡Hipócritas! ¿Acaso no desata cada uno de ustedes su buey o su
burro del pesebre para llevarlo a abrevar, aunque sea sábado? Y a esta hija de
Abraham, a la que Satanás tuvo atada durante dieciocho años, ¿no era bueno
desatarla de esa atadura, aun en día de sábado?”
Cuando
Jesús dijo esto, sus enemigos quedaron en vergüenza; en cambio, la gente se
alegraba de todas las maravillas que él hacía.
Palabra del Señor
Reflexión del Evangelio de San Lucas
Todos
nos maravillamos de los milagros que realizaba Jesús. ¡Y cuántas veces le hemos
pedido la curación de alguna enfermedad, nuestra o de alguna persona a la que
queremos!
Sin duda, las enfermedades de aquella época eran difíciles
de curar. No contaban con los medios actuales de diagnósticos y terapias. No
había salas de operaciones con la higiene que conocemos hoy, ni ecografías, ni
vacunas, ni anestesias locales. Todo eso ha venido con el progreso técnico,
médico y farmacológico.
Parece
como si Dios hubiera dejado en manos de los médicos el cuidado del cuerpo para
poder dedicar a los sacerdotes, sus más íntimos colaboradores, a la tarea más
importante: el cuidado espiritual. Es increíble recuperar la vida de gracia y
de intimidad con Dios. Es maravilloso ver nacer a Cristo cada día en la
Eucaristía.
Porque
la vida espiritual, aunque esté oculta a los ojos, tiene una dimensión
infinitamente superior a las acciones puramente materiales. Por ejemplo, un
acto de caridad hecho por amor a Dios embellece al alma de tal manera que nos
quedaríamos extasiados si pudiéramos contemplarla. Es impresionante lo que
realizan en nosotros los sacramentos. Porque recibimos gracias especiales de
Dios. Sin embargo, tenemos que reconocer que estamos sujetos a las realidades
de la tierra y que no podemos percibir nuestra transformación en el mundo
espiritual. Pero si tenemos fe, y perseveramos hasta el final, un día podremos
ver con claridad, sin misterios, la grandeza de cada alma humana.
Meditación del Papa Francisco
“Cuando
llegó la noche, después de la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y
endemoniados”. Si pienso en las grandes ciudades contemporáneas, me pregunto
dónde están las puertas ante las cuales llevar a los enfermos esperando que
sean sanados. Jesús nunca se ha desentendido de su cuidado. Nunca ha pasado de
largo, nunca ha vuelto la cara hacia otro lado. Y cuando un padre o una madre,
o incluso simplemente gente amiga le llevaban delante de un enfermo, para que
lo tocase y lo sanase, no ponía tiempo de por medio; la curación estaba antes
que la ley, incluso de aquella tan sagrada como el descanso del sábado. Los
doctores de la ley reprendían a Jesús, porque curaba en sábado. Hacía el bien
el sábado. Pero el amor de Jesús era dar la salud, hacer el bien. Y eso está en
el primer lugar siempre.
Jesús
envía a sus discípulos a hacer su misma obra y les da el poder de curar, ósea
para acercarse a los enfermos y cuidarlos hasta el final. (Catequesis de S.S.
Francisco, 10 de junio de 2014).
Amén