"DESDE EGIPTO LLAMÉ A MI HIJO" Mt 2,15
Pastoral Educativa
Querida comunidad
educativa:
¡Muy buenos días! Los
invitamos a ponernos en presencia de Dios un día más para comenzar con la
oración de hoy.
En el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
Lectura
del Santo Evangelio según San Mateo 2, 13-18
Después de que los
magos partieron de Belén, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y
le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allá
hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”.
José se levantó y esa
misma noche tomó al niño y a su madre y partió para Egipto, donde permaneció
hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del
profeta: De Egipto llamé a mi hijo.
Cuando Herodes se dio
cuenta de que los magos lo habían engañado, se puso furioso y mandó matar, en
Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, conforme a la
fecha que los magos le habían indicado.
Así se cumplieron las
palabras del profeta Jeremías: En Ramá se ha escuchado un grito, se
oyen llantos y lamentos: es Raquel que llora por sus hijos y no quiere que la
consuelen, porque ya están muertos.
Palabra del Señor
El evangelio de hoy nos invita
a nosotros a levantarnos. A tomar al niño que ha nacido, a vincularnos en
fidelidad con María y a dejarnos conducir hacia adelante, hasta donde Dios
quiera llevarnos.
¡Sí! Esta es la invitación, es
dejarnos llevar por el niño, al que debemos cuidar, al niño que tenemos dentro,
a ese del que el evangelio habla como el único lugar desde donde podemos entrar
en el reino.
La navidad quizás ha despertado
en nosotros la ternura y la frescura propia de esta fiesta que, saca a la luz
lo mejor que tenemos para ofrecer y para darle al Señor y al servicio de los
hermanos.
Lo que podríamos llamar ser
como “niños”, descubrir en realidad nuestra pequeñez y nuestra fragilidad.
Si hay algo que, nos ofrece el
pesebre de Belén, es eso justamente: El llegarnos junto a Él y dejarnos
impactar por la señal pobre y humilde de un niño envuelto en pañales y un padre
y una madre, nada más y nada menos, que tienen la responsabilidad de cuidar el
misterio de Dios; así frágil en medio de nosotros y desde ahí descubrir también
nuestra debilidad, nuestra fragilidad, nuestra pobreza y nuestra pequeñez.
Dios quiere que abracemos esta
realidad. Lo que aparentemente es lo que debemos cubrir y hasta a veces negar,
es lo que verdaderamente nos conduce hacia adelante, ¡si en Dios NOS CONFIAMOS!
Abrazar nuestra pobreza,
abrazar nuestra debilidad, nuestra vulnerabilidad, nuestra pequeñez. Abrazarla
en Dios …desde el amor de Dios, como Dios nos quiere que lo hagamos en este
tiempo de navidad y dejarnos conducir por Él, desde ese lugar en el que somos
claramente nosotros mismos.
Raquel encierra en sí el dolor de todas las madres del mundo, de todos los tiempos, y las lágrimas de todo ser humano que llora pérdidas irreparables. Este rechazo de Raquel que no quiere ser consolada nos enseña además cuánta delicadeza se requiere ante el dolor ajeno. Para hablar de esperanza a quien está desesperado, es necesario compartir su desesperación; para secar una lágrima del rostro de quien sufre, es necesario unir al suyo nuestro llanto. Sólo así nuestras palabras pueden ser realmente capaces de dar un poco de esperanza. Y si no puedo decir palabras así, con el llanto, con el dolor, mejor el silencio; la caricia, el gesto y nada de palabras. Papa Francisco 4 de enero de 2017.