NATIVIDAD DE LA VIRGEN MARÍA - ANIVERSARIO DE LA CONGREGACIÓN HIJOS DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
Pastoral Educativa
Querida
comunidad educativa:
¡Muy buenos días! Esperamos que se encuentren
muy bien…
Nos ponemos en presencia de Dios para comenzar
la oración de hoy.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, Amén.
Hoy es un día muy especial porque es el día de la Natividad
de la Virgen María. También es un nuevo Aniversario de la Congregación
de los Hijos de la Inmaculada Concepción y Aniversario de las Hijas de la
Inmaculada Concepción.
La celebración de la fiesta de la Natividad de Santa María Virgen,
es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fue fijada el 8 de septiembre, día
con el que se abre el año litúrgico bizantino, el cual se cierra con la
Dormición, en agosto. En Occidente fue introducida hacia el siglo VII y era
celebrada con una procesión -letanía, que terminaba en la Basílica de Santa
María la Mayor.
Nada nos dice el dice el Nuevo Testamento sobre el
nacimiento de María, todo lo que sabemos es legendario y se encuentra en el
evangelio apócrifo de Santiago, según el cual
Ana, su madre, se casó con un propietario rural llamado Joaquín, galileo de
Nazaret. Su nombre significa “el hombre a quien Dios levanta”, y, según san
Epifanio, “preparación del Señor”.
Llevaban ya veinte años de matrimonio y el hijo tan ansiado no llegaba.
Los hebreos consideran la esterilidad como un oprobio y castigo del Cielo. Eran
tales menospreciados y en la calle se les negaba el saludo. En el templo,
Joaquín oía murmurar sobre ellos, como indignos de entrar en la casa de Dios.
Joaquín, muy dolorido, un día se retiró al
desierto, para obtener con penitencias y oraciones la ansiada paternidad. Ana
intensificó sus ruegos, implorando como otras veces la gracia de un hijo.
Recordó a la otra Ana, de la que habla el libro de los Reyes: habiendo orado
tanto al Señor, fue escuchada, y así llegó su hijo Samuel, quien más tarde
sería un gran profeta. De la misma manera también Joaquín y Ana vieron premiada
su constante oración con el nacimiento de una hija singular, María, concebida sin
pecado original, y predestinada a ser Madre de Jesucristo, el hijo de Dios
encarnado.
En el siglo V existía ya en Jerusalén un
santuario mariano situado junto a los restos de la Piscina Probática, o sea, de
las ovejas. Debajo de la hermosa iglesia románica levantada por los cruzados
(la Basílica de Santa Ana), se hallan los restos de una basílica bizantina y
unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una
vivienda a la que se considera como la casa en la que nació y vivió la Virgen.
Esta fiesta tiene la alegría de un anuncio
pre-mesiánico. Es famosa la homilía que pronunció San Juan Damasceno (675-749)
un 8 de septiembre en la Basílica de Santa Ana, de la cual se extrae lo
siguiente:
"¡Ea!, pueblos todos, hombres de cualquier
raza y lugar, de cualquier época y condición, celebremos con alegría la fiesta
natalicia del gozo de todo el Universo. Tenemos razones muy válidas para honrar
el nacimiento de la Madre de Dios, por medio de la cual todo el género humano
ha sido restaurado y la tristeza de la primera madre, Eva, se ha transformado
en gozo. Ésta escuchó la sentencia divina: parirás con dolor. A María, por el
contrario, se le dijo: ¡Alégrate, llena de gracia!
Si pensamos por cuántas cosas podemos hoy alegrarnos,
cuántas cosas podemos festejar y por cuantas cosas podemos alabar a Dios; todos
los signos, por muchos y hermosos que sean, nos parecerán tan sólo un pálido
reflejo de las maravillas que el Espíritu de Dios hizo en la Virgen María, y
las que hace en nosotros, las que puede seguir haciendo… si lo dejamos.
Entre estos signos, con particular alegría y gratitud, la
Familia Montiana reconoce y celebra el aniversario de la Fundación de la
Congregación de los Hijos de la Inmaculada Concepción (1857, Roma) y el de las
Hijas de la Inmaculada Concepción de la Caridad (1949, Salta), las dos
institucionalizaciones del carisma de la caridad del Beato Luis María Monti.
“Estoy
feliz de ser hijo de la Inmaculada Concepción”. Y para remarcar esta identidad,
padre Monti se viste de azul, inspirándose en la vestimenta de la Virgen
aparecida en Lourdes en 1858: “Nos muestra a todos como hijos de la
Inmaculada”.
El
azul del hábito recuerda también los colores del hospital del Espíritu Santo,
lugar donde nació la Congregación: las túnicas de las camas de los enfermos y
la divisa de los médicos y de los enfermeros.
En
el hábito y en el color están incluidos los signos del amor-caridad: entre la
Inmaculada y entre los enfermos, los huérfanos y necesitados. Un modo para
anunciarse y describir la identidad y el carisma.
Todos
sabemos que el hábito no hace a la persona: la verdadera identidad de los Hijos
e Hijas de la Inmaculada Concepción evoca a la Virgen, madre y patrona de la
Congregación, y a la filial espiritualidad mariana, que se expresa en imitar
sus virtudes.
Para
subrayar este aspecto, el Papa Juan Pablo II dice: “El Siervo de Dios padre
Luis Monti fue gran devoto de la Virgen Inmaculada y a ella quiso dedicar su
Congregación.
El
amor por la Virgen lo iluminó y lo guió siempre llevándolo a hacer de toda su
existencia un coherente testimonio de fidelidad al evangelio. Meditando sobre
el misterio de la Inmaculada Concepción a la luz de la Sagrada Escritura, del
Magisterio y de la Liturgia de la Iglesia y sacando admirables lecciones de
vida, él anuncia un apostolado de aquella nueva “era mariana” que el Siervo de
Dios, el Papa Pío IX había inaugurado con la proclamación del dogma de la
Inmaculada Concepción. Con tal propósito, amaba repetir: “Quien es verdadero
devoto de María y la honra con pureza de mente y de corazón, puede estar seguro
de su eterna salvación”.
¡FELIZ CUMPLEAÑOS, MADRE QUERIDA!
¡FELIZ CUMPLEAÑOS HERMANOS Y HERMANAS CONCEPCIONISTAS!