"DESTRUYAN ESTE TEMPLO Y EN TRES DÍAS LO RECONTRUIRÉ" Jn 2, 19
Pastoral Educativa
Querida comunidad educativa:
¡Muy buenos días! Los invitamos a ponernos en
presencia de Dios un día más para comenzar con la oración de hoy.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, Amén.
Lectura del Santo Evangelio según San Juan 2, 13-22
Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a
Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas,
y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó
del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas
y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quiten
todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre”.
En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba
escrito: El celo de tu casa me devora.
Después intervinieron los judíos para preguntarle: “¿Qué señal
nos das de que tienes autoridad para actuar así?” Jesús les respondió:
“Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”. Replicaron los judíos:
“Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a
levantar en tres días?”
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando
resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había
dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había
dicho.
Palabra del Señor
Jesús
aparece en el templo expulsando a los cambistas, a los que comercian en el
templo, a los mercaderes, a los que se aprovechan de la debilidad de las
personas para negociar con su fragilidad.
Jesús
tiene en su corazón el sueño del Padre: es que en la casa de ÉL se reúnan sus
hijos y especialmente los más pobres. Por eso va a buscar entre las mujeres los
niños los leprosos los lisiados los ciegos los que no cuentan para la sociedad,
para desde ese lugar nuevo en la periferia existencial acercarlos a la casa del
Padre. La casa de mi Padre es un lugar de oración, no es para hacer mercancía
con la pobreza de la gente sino para honrar desde la debilidad de los pobres al
Padre de los cielos que a ellos les tiene reservado la revelación de los
secretos para la construcción de un mundo nuevo.” Yo te alabo, Señor del cielo
y la tierra, porque has ocultado estas cosas a los poderosos, a los fuertes y
se las has revelado a los pequeños”. Los pequeños son los que tienen impedido
el acceso a la casa del Padre. Jesús, que sabe que el reino de los cielos se
construye desde la fragilidad y la debilidad, quita del medio los obstáculos
que se presentan para que los pequeños puedan acercarse a la casa del Padre.
El
evangelio de hoy nos invita a pensarnos como templos de Dios, a pensarnos como
la edificación de Dios, como dice San Pablo cada uno de nosotros somos una
construcción de Dios, estamos llamados a construir desde el cimiento que es
Cristo, este Cristo que tiene celo por la casa de su padre, por la casa de
oración y qué también nos cuida a cada uno de nosotros.
Este
Dios que intercede por cada uno de nosotros que somos su templo, somos templo
de Dios porque él nos habita, esa es nuestra mayor dignidad y esa es la
dignidad que tenemos que reconocer en los demás.
En este tiempo que nos regala el Mes de María, nos podemos
preguntar ¿Qué espacio tienen la fe y las “cosas de Dios” en nuestra vida? ¿nos
apasionan intensamente? y mirando nuestra realidad ¿qué hacemos ante lo que no
corresponde? ¿cuál es nuestra actitud?