"TODO AQUEL QUE ME DA EL PADRE VIENE HACIA MÍ" Jn 6,37
Pastoral Educativa
Querida comunidad educativa:
¡Muy buenos días! Esperamos que se encuentren
muy bien…
Nos vamos preparando para este momento de
oración… Deseo detener un rato mi actividad cotidiana y estar contigo Señor.
Quiero que este encuentro forme parte de mi vida diaria porque necesito
encontrarme y encontrarte. Me dispongo a escuchar tu Palabra.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, Amén.
Lectura del Santo Evangelio según San Juan 6, 37-40
En aquel tiempo, Jesús dijo a la
multitud: “Todo aquel que me da el Padre viene hacia mí; y al que viene a mí yo
no lo echaré fuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino
la voluntad del que me envió.
Y la voluntad del que me envió es
que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el
último día. La voluntad de mi Padre consiste en que todo el que vea al Hijo y
crea en él, tenga vida eterna y yo lo resucite en el último día’’.
Palabra del Señor
Nos tomamos un momento de silencio orante para que la
Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestras vidas.
El evangelio de hoy, nos pone de manifiesto: Hacer la voluntad de aquel que me
envió.
Después de la
conversación con la Samaritana, Jesús había dicho a los discípulos: "Mi
alimento es hacer la voluntad del Padre que está en los cielos" (Jn 4,34).
Aquí, en la conversación con la gente sobre el pan del cielo, Jesús se refiere
al mismo asunto: “Porque he bajado del cielo, no para hacer mi
voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que
me ha enviado: que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite
el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al
Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.”
Este es el alimento que el
pueblo debe buscar: hacer la voluntad del Padre del cielo. Es éste el pan que
sustenta la vida de las personas y les da rumbo. Aquí comienza la vida eterna,
vida que es más fuerte que la muerte. Si
estuviésemos verdaderamente dispuestos a hacer la voluntad del Padre, no
tendríamos dificultad en reconocer al Padre presente en Jesús, particularmente
presente en el rostro de los hermanos.
¿Cómo se busca y cómo se halla
esa la voluntad del Padre? Verdaderamente nuestra vida se robustece en la
voluntad del Padre, y ahí la vida se hace ágil, consistente y dinámica. A
través del discernimiento de espíritu. Este instrumento que es gracia de Dios y
tarea nuestra, nos ayuda a encaminarnos para descubrir y vivir la voluntad del
Padre.
En el proceso del discernimiento de
espíritu, la alegría, el gozo y la paz nos hablan justamente presencia de Dios:
la voluntad del Padre. Podemos decir que en ese sentir está la voluntad de Dios
presente. Cuando en nosotros, en medio del desorden, hay desasosiego, tristeza,
angustia, es porque estamos por otro lado. Movidos por la desolación interior,
somos carne de cañón para andar errantes en nuestro peregrinar.
¿Dónde puede uno comenzar a recorrer un camino que lo lleve
a dar con la voluntad del Padre? En la escucha de la Palabra reflexionada,
orada, constatada en signos externos que corroboran su mensaje. Allí está
manifestada en claridad la voluntad del Padre: entre lo que la Palabra de Dios
dice, mi sentir respecto a lo que la Palabra dice y los acontecimientos
externos y el acompañamiento de los hermanos que corroboran ese proceso de
sentir interior y de signos que acompañan ese sentir interior. Nuestra casa
interior se empieza a hacer sólida, cuando escuchando la Palabra y la voluntad
de Dios, la hacemos vida.
* He bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la
voluntad de aquél que me ha enviado (Jn 6, 38). En Jesús vemos la obediencia a
la voluntad del Padre ¿Interiorizo esta virtud en mi vida para vivirla cada
día?
* Quienquiera que ve al Hijo y cree en Él tendrá la vida
eterna (Jn 6, 40). ¿Quién es Jesús para mí? ¿Trato de verlo con los ojos de la
fe, escuchando sus palabras contemplando su modo de ser? ¿Qué significa para mi
la vida eterna?
En el día de hoy que conmemoramos a los fieles difuntos los
invitamos a orar por el eterno descanso de quienes han partido, con la
esperanza de que todos, en el día que no conoce el final, nos podamos reunir en
el amor infinito de Dios.
Amén.