PARA MEDITAR EN CUARESMA
CUARESMA: UN CAMINO HACIA LA PASCUA
Desde el pasado 26 de febrero que fue Miércoles de ceniza, estamos transitando la CUARESMA, 40 días para caminar juntos hacia la Pascua, en alegría y esperanza, preparando nuestro corazón para la gran fiesta de la Resurrección de Jesús, para que Jesús pase por nuestras vidas, por nuestros corazones y nos bendiga.
¡No nos olvidemos de vivir este tiempo con alegría y gozo sabiendo que algo bueno está por venir!
Es por ello que les vamos a compartir estos días un material para que nos ayude a vivir este tiempo especial de la Cuaresma.
Reflexión del Papa Francisco sobre el Evangelio según
san Mateo 18, 21-35 (17 de Marzo 2020):
Estamos viviendo la Cuaresma. Un tiempo propicio para
examinar nuestra realidad a los ojos de
Dios e intentar ofrecerle, también, nuestro corazón contrito. Es tiempo de
pensar y reflexionar. Quizá en nuestro tiempo vamos un poco a ese erial donde
se ha expulsado a Dios, para sustituirlo por otros dioses o diosecillos.
También nosotros, con frecuencia, vivimos un tanto abatidos, sin fuerzas para
seguir caminando porque el trayecto de la fidelidad a Jesucristo no es un
camino de rosas. Este tiempo de penitencia y reconciliación, es el momento de
dirigirnos a nuestro Buen Padre Dios y ofrecerle nuestro desconcierto ante
tantas realidades negativas que hemos de afrontar cada día. Es tiempo de
sinceridad y reconocimiento de nuestra condición pecadora.
Nuestras relaciones con los demás son el parámetro de
nuestra relación con Dios. Cuesta creerlo, pero así consta en el evangelio de
Jesús. “Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los
humildes, tampoco lo hicisteis conmigo». Y San Juan, en su primera carta, lo
formula de modo parecido: “Pues el que no ama a su hermano a quien ve; ¿cómo
puede amar a Dios a quien no ve?” Y ahí no tenemos escapatoria. Somos
hipócritas cuando afirmamos amar a Dios y nos olvidamos de los que tenemos
alrededor. Por eso, el evangelio de hoy viene a recalcar la importancia de la
reconciliación con los hermanos.
El perdón comienza cuando somos capaces de no fijar la
atención en lo que los demás llevan a cabo con nosotros. Es verdad; la
experiencia nos dice que cuesta mucho perdonar cuando la herida de la ofensa
está viva y la cultivamos en nuestro interior. De nuevo hemos de mirar a Jesús.