"TU FE TE HA CURADO" LC 18, 42
Pastoral Educativa
Querida
comunidad educativa:
Nos ponemos en presencia de Dios para comenzar
la oración de hoy.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, Amén.
Lectura del Santo Evangelio
según San Lucas 18, 35-43:
En aquel tiempo, cuando Jesús se acercaba a
Jericó, un ciego estaba sentado a un lado del camino, pidiendo limosna. Al oír
que pasaba gente, preguntó qué era aquello, y le explicaron que era Jesús el
nazareno, que iba de camino. Entonces él comenzó a gritar: “¡Jesús, hijo de
David, ten compasión de mí!” Los que iban adelante lo regañaban para que se
callara, pero él se puso a gritar más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de
mí!”
Entonces Jesús se detuvo y mandó que se lo
trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?” Él
le contestó: “Señor, que vea”. Jesús le dijo: “Recobra la vista; tu fe te ha
curado”.
Enseguida el ciego recobró la vista y lo siguió,
bendiciendo a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.
Palabra del Señor
Reflexión del Evangelio de San Lucas
Era
ciego pero tenía las ideas muy claras. Había oído hablar de Jesús de Nazaret,
el descendiente del rey David, que hacía milagros en toda Galilea. Y él quería
ver. Por eso, cuando le informaron que Jesús iba a pasar por allí, el corazón
le dio un vuelco y comenzó a gritar con todas sus fuerzas. ¡Era la oportunidad
de su vida! Cuando consiguió estar frente a frente con el Mesías no fue con
rodeos; le pidió lo que necesitaba: "¡Señor, que vea!".
Muchos
entendidos dicen que este es el modelo perfecto de oración. Primero, buscó el
encuentro con Jesús; luego, presentó la petición con toda claridad.
Para
rezar bien, es necesario acercarse a Dios, ponerse ante su presencia. Para eso
puede ayudar ir a una iglesia y arrodillarse ante el sagrario. ¡Allí está
Jesús! Luego, con humildad, suplicando su misericordia como hizo el ciego, le
hablamos y le decimos exactamente lo que nos pasa. Sin discursos, sin
palabrería. Hay que ir al grano: "Mira, Señor, lo que me pasa es
esto...".
Dios
ya lo sabe, pero quiere que se lo digamos. Nos pregunta: "¿Qué quieres que
te haga?". Entonces, nos escucha y nos lo concede, según nuestra fe.
Pero no acaba aquí el relato. Luego fue a comunicar esa experiencia a todo el pueblo. Había nacido un apóstol. Y consiguió que aquella gente, al verlo, alabara a Dios.
Meditación
del Papa
Él lo ha
prometido: he aquí la piedra angular sobre la que se apoya la certeza de una
oración. Con esta seguridad nosotros decimos al Señor nuestras necesidades,
pero seguros de que Él pueda hacerlo. Rezar es sentir que Jesús nos dirige la
pregunta del ciego: ¿tú crees que puedo hacer esto?
Él puede hacerlo.
Cuando lo hará, como lo hará no lo sabemos. Esta es la seguridad de la oración.
La necesidad de decir la verdad al Señor. 'Soy ciego, Señor. Tengo esta
necesidad. Tengo esta enfermedad. Tengo este pecado. Tengo este dolor...', pero
siempre la verdad, como es la cosa. Y Él siente la necesidad, pero siente que
nosotros pedimos su intervención con seguridad. Pensamos si nuestra oración es
de necesidad y es segura: de necesidad porque nos decimos la verdad a nosotros
mismos, y segura, porque creemos que el Señor puede hacer aquello que le
pedimos. (Cf. S.S. Francisco, 6 de diciembre de 2013, homilía en Santa Marta).
Amén