"AL VINO NUEVO EN ODRES NUEVOS" Lc 5, 38
Pastoral Educativa
Querida
comunidad educativa:
Nos ponemos en presencia de Dios para comenzar
la oración de hoy.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, Amén.
Lectura
del Santo Evangelio según San Lucas 5, 33-39
En aquel tiempo, los fariseos y los escribas le preguntaron a Jesús: “¿Por qué los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen oración, igual que los discípulos de los fariseos, y los tuyos, en cambio, comen y beben?” Jesús les contestó: “¿Acaso pueden ustedes obligar a los invitados a una boda a que ayunen, mientras el esposo está con ellos Vendrá un día en que les quiten al esposo, y entonces sí ayunarán”. Les dijo también una parábola: “Nadie rompe un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque echa a perder el nuevo, y al vestido viejo no le queda el remiendo del nuevo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo revienta los odres y entonces el vino se tira y los odres se echan a perder. El vino nuevo hay que echarlo en odres nuevos y así se conservan el vino y los odres. Y nadie, acabando de beber un vino añejo, acepta uno nuevo, pues dice: ‘El añejo es mejor’”.
Palabra del Señor
En el Evangelio de hoy nos
muestra que nuestra forma de ser cristianos ha de ser como odres nuevos en el
mundo, y esto tiene que ver con nuestra disponibilidad y nuestra apertura a las
palabras de Jesús para que ellas se hagan carne en nuestra vida. Si quiero ser
odre nuevo debo comprender que el mensaje de Jesús debe estar prendido a mi
corazón, para que, de esta manera, con toda mi vida, con mi actuar, con mis
palabras, ser un puente donde la Palabra de Dios sea recibida por aquellos que
me rodean y donde la Palabra pueda cumplir su misión, es decir, liberar y no
oprimir.
El mejor ejemplo siempre lo
encontramos en Jesús, que ÉL, al hacerse hombre, rompió y liberó al pueblo de
muchas normas y prácticas de la religión de su tiempo, haciendo de esta manera
que la Buena Noticia sea universal, sin límites, y predicando a un Dios que
sale siempre a nuestro encuentro, que nos abraza a pesar de nuestras debilidades.
La Palabra de Dios es
transformadora, un vino vivificador, que es traído por la presencia del
Espíritu Santo. Sería bueno tener presente las palabras de Jesús en su
encuentro con Nicodemo con respecto al Espíritu: "Ustedes tienen que
renacer de lo Alto, el viento sopla donde quiere, tu oyes su voz pero no sabes
de donde viene, ni siquiera a donde va, lo mismo sucede con todo aquel que ha
nacido del Espíritu.
El Papa Francisco nos
dice que para acoger verdaderamente la Palabra de Dios, hay que tener una
actitud de «docilidad».
La Palabra de Dios es
viva y por eso viene y dice lo que quiere decir: no lo que yo espero que diga o
lo que me gustaría que dijera. Es una Palabra libre y también una sorpresa
porque nuestro Dios es un Dios de las sorpresas.
La libertad cristiana y la obediencia cristiana son docilidad a
la Palabra de Dios, y hay que tener esa valentía de convertirse en odres
nuevos, para este vino nuevo que viene continuamente. Esta valentía de
discernir siempre: discernir, digo, no relativizar. Discernir siempre qué hace
el Espíritu en mi corazón, qué quiere el Espíritu en mi corazón, dónde me lleva
el Espíritu en mi corazón. Y obedecer. Discernir y obedecer. Pidamos hoy la
gracia de la docilidad a la Palabra de Dios, a esta Palabra de Dios, y esta
Palabra que es viva y eficaz, que discierne los sentimientos y los pensamientos
del corazón. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 20 de enero de 2014, en
Santa Marta).