"VEN Y LO VERAS" Jn 1, 46
Pastoral Educativa
Querida
comunidad educativa:
Nos volvemos a encontrar en torno a la Palabra
de Dios…
Nos ponemos en presencia de Dios para comenzar
la oración de hoy.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, Amén.
Lectura
del Santo Evangelio según San Juan
1,45-51:
En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y también los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José”. Natanael replicó: “¿Acaso puede salir de Nazaret algo bueno?” Felipe le contestó: “Ven y lo verás”. Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: “Éste es un verdadero israelita en el que no hay doblez”. Natanael le preguntó: “¿De dónde me conoces?” Jesús le respondió: “Antes de que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera”. Respondió Natanael: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”. Jesús le contestó: “Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver”. Después añadió: “Yo les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.
Palabra del Señor
Reflexionamos
Jesús hoy y siempre sigue buscando amigos. Sale
a su encuentro para repetir esas palabras que tal vez alguna ocasión hemos
tratado de callar: Sígueme. ¿Por qué no darle una nueva oportunidad? ¿Por qué
enmudecer su voz? ¿Por qué tantos miedos a sus palabras? Felipe escuchó a
Cristo. Su vida no pudo continuar igual. Sus siguientes palabras sólo serán
para anunciar a Cristo.
Proclamará su encuentro, contará su experiencia
y revelará su divinidad. Y aquí es donde aparecemos en escena, como los malos
de la película; los cristianos sin confianza. Preferimos, como Natanael, a base
de nuestros juicios, hacer de Cristo, no el Cristo salvador, sino un Cristo a
nuestra medida. ¿Acaso es Cristo quien debe bajarse a mi medida o soy yo quien
debe subir a donde me espera? Cristo nos conoce de maravilla.
Él es el alfa y la omega, conocedor de nuestro
inicio y nuestro fin. Nos llama, nos guía y auxilia. Aunque lo etiquetemos,
escapa a todas nuestras ofertas. No es un artículo más de escaparate. No es
necesario preguntar si de Nazaret no pueda salir algo bueno, sino de nuestro
corazón contrito. Él es capaz de sacar en este nuevo año verdaderos hijos de
estas piedras. No nos etiqueta. No nos subasta. Toca aún a la puerta, para
volver a intentarlo una vez más. Un año más. Sus ojos nos miran todo el día. No
se aparta de nosotros en la empresa, en la higuera o el hogar.
Ven y verás. Verás lo que el Señor es capaz de
hacer de tu vida desde el momento en que recorras el camino con una fe ciega.
Verás las maravillas que es capaz de hacer con el corazón que confía. ¿Acaso
alguno se ha acercado a Él y ha salido sin un corazón que ame?
Meditación del Papa
Lo que más cuenta en la narración de Juan es la
confesión de fe que al final profesa Natanael de manera límpida: "Rabí, tú
eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Si bien no alcanza la
intensidad de la confesión de Tomás con la que concluye el Evangelio de Juan:
"¡Señor mío y Dios mío!", la confesión de Natanael tiene la función
de abrir el terreno al cuarto Evangelio. En ésta se ofrece un primer e
importante paso en el camino de adhesión a Cristo. Las palabras de Natanael presentan
un doble y complementario aspecto de la identidad de Jesús: es reconocido tanto
por su relación especial con Dios Padre, del que es Hijo unigénito, como por su
relación con el pueblo de Israel, de quien es llamado rey, atribución propia
del Mesías esperado.
Nunca tenemos que perder de vista ninguno de
estos dos elementos, pues si proclamamos sólo la dimensión celestial de Jesús
corremos el riesgo de hacer de Él un ser etéreo y evanescente, mientras que si
sólo reconocemos su papel concreto en la historia, corremos el riesgo de
descuidar su dimensión divina, que constituye su calificación propia.
Amén