"NO JUZGUEN, PARA NO SER JUZGADOS" Mt 7,1-5

   Equipo  Pastoral 


Querida comunidad educativa:

Nos volvemos a encontrar en torno a la Palabra de Dios…


Nos ponemos en presencia de Dios para comenzar la oración de hoy.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

 

Palabra del Señor

 

Reflexionamos…

En el Evangelio de hoy Jesús dice a sus discípulos “No juzguéis”. ¡Qué difícil mandato! ¡Cuánto nos cuesta evitarlo!  ¿Cuántas veces juzgamos sin darnos cuenta –incluso al leer el periódico, viendo las noticias o caminando por la calle?

 

Estas palabras de Jesús destacan que ninguno de nosotros es perfecto.

 

El Papa Francisco nos comparte en relación al Evangelio:

 

No se puede corregir a una persona sin amor y sin caridad. No se puede hacer una intervención quirúrgica sin anestesia: no se puede, porque el enfermo morirá de dolor. Y la caridad es como una anestesia que ayuda a recibir la cura y aceptar la corrección. Apartarlo, con mansedumbre, con amor y hablarle.

En segundo lugar es necesario no decir algo que no es verdad. Cuántas veces en nuestras comunidades se dicen cosas una persona de la otra que no son verdaderas: son calumnias.

Ciertamente, cuando te dicen la verdad no es bonito escucharla, pero si se dice con caridad y con amor es más fácil aceptarla. Por tanto, se debe hablar de los defectos de los otros con caridad.

Además se debe corregir con humildad. “¡Si debes corregir un defecto pequeño allí, piensa que los tuyos son mucho más grandes!

 

Si no eres capaz de hacerlo con amor, con caridad, en la verdad y con humildad, se comete una ofensa, una destrucción del corazón de la persona, se hace un chismorreo más, que hiere, como dice Jesús. ‘quita primero la viga de tu ojo…’ Reconoce que eres más pecador que el otro, pero que tú, como hermano debes ayudar a corregir al otro. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 12 de septiembre de 2014, en Santa Marta).


El día de hoy Jesús quiere ayudar a sacarnos la viga del ojo. Y lo hace de una manera muy sencilla: No juzguéis al modo humano, ojo por ojo, diente por diente, sino más bien como él nos enseñó en el Calvario. Perdonando a todos sin excepción.

No juzga a los soldados que lo han golpeado, se han burlado de él y lo han crucificado. Dice: Perdónales, Padre, porque no saben lo que hacen. Tenía razones para decir lo contrario, sin embargo, sabe encontrar una disculpa: hacen esto, porque no me conocen.

Después, podría haber reclamado a san Juan, que se acercaba a la cruz, su cobardía -le había abandonado-, su amistad tan débil -no había podido rezar con él cuando lo necesitaba-, etc. Pero en todo eso no ve malicia, sino debilidad humana y muestra de ello es que no reclama, sino que se apiada de su flaqueza y le entrega a su madre.

Al final dice: con el juicio con que juzguéis seréis juzgados. Jesús nos enseña a usar con los demás la medida con la que a nosotros nos gustaría que nos midieran.

¿Quién puede juzgar sino sólo Dios? Y si el juicio de Dios es la misericordia, ¿con qué derecho puedo juzgar a mis hermanos?

 

Hoy le pidamos luz a Dios para tomar consciencia de mis prejuicios y fuerza para removerlos. Sobre todo, pidamos compasión hacia mí y hacia aquellos cuyas opiniones y conductas encuentro difíciles de aceptar. 

Que nos llene de su Misericordia, de manera que podamos mirar a nuestros hermanos desde la óptica del Amor.

 

¿Qué cambios nos invita a hacer en nuestra vida el Evangelio de hoy?

¡Que tengas un buen comienzo de semana! Dios te bendiga.