PARA MEDITAR EN CUARESMA

Viernes 27 de Marzo

 LIMOSNA:

En el camino que venimos recorriendo hacia la Pascua hoy te proponemos reflexionar acerca de la limosna, porque los pilares de la Cuaresma son la oración,la limosna y el ayuno.

Cuando damos y compartimos con los demás, con los que menos tienen, estamos como Jesús sirviendo a los demás, poniendo al servicio de nuestro prójimo los dones que hemos recibido gratuitamente.

Veamos lo que Jesús nos enseña respecto de la limosna en  Marcos 12, 41-44:



 “Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda  de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: "Les aseguró que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que le sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir".

 

En tiempos de Jesús las viudas pasaban muchas necesidades, no tenían quien las mantuviera y tampoco podían trabajar, ya que no era costumbre de la época que la mujer trabajara fuera de la casa. Lo cual hacía muy difícil que pudieran solventarse económicamente, muchas veces no tenían para comer ni para vestirse y tampoco vivienda.

Pensemos en el texto Bíblico…

¿QUÉ NOS ENSEÑA ESTE EVANGELIO?

¿PORQUÉ JESÚS PONE COMO EJEMPLO LA ACTITUD DE LA VIUDA?

Vamos a tomarnos un rato de silencio para pensar en lo que nosotros damos.

¿DAMOS LO QUE NOS SOBRA? ¿COMPARTIMOS LO QUE TENEMOS, AUNQUE NOS CUESTE?

Todos necesitamos algo… algunos más, otros menos, algunos una cosa y otros otra. Pero… ¿QUÉ TENGO YO PARA DAR?

Esa sería una buena pregunta para hacernos. ¿QUIÉNES NECESITAN DE MI AYUDA? ¿CÓMO PUEDO AYUDARLOS?. No hay que irse muy lejos para ayudar, solo estar atentos a las necesidades de nuestra familia, amigos, de la gente que nos rodea.

Una vez que tengamos las respuestas habrá que poner manos a la obra.

Le pedimos a Jesús que nos ayude a estar siempre atentos a lo que necesita nuestro prójimo, y no siempre son cosas materiales, quizás basta con un abrazo, con un "te ayudo", con no dejarlo solo, con escucharlo, con preguntarle cómo se siente o si necesita que lo acompañemos en algo.

Reflexión del Papa Francisco sobre el Evangelio (Jn 7,1-2. 10. 25-30)

El Papa Francisco expresó su gratitud por aquellos que piensan en los demás, en este difícil momento caracterizado por la pandemia del coronavirus. “En estos días, han llegado noticias de cómo tanta gente está empezando a preocuparse de una manera más general por los demás, y piensan en las familias que no tienen lo suficiente para vivir, los ancianos solos, los enfermos en el hospital y rezan y tratan de hacer llegar alguna ayuda... Esta es una buena señal. Agradezcamos al Señor por suscitar estos sentimientos en los corazones de sus fieles”.

En su homilía, comentando las lecturas de hoy, tomadas del Libro de la Sabiduría (Sabiduría 2, 1. 12-22) y del Evangelio de Juan (Jn 7, 1-2. 10. 25-30), subrayó que el ensañamiento de los que querían matar a Jesús era suscitado por el diablo, porque detrás de toda furia destructiva está el diablo. No se puede discutir con los que están enfurecidos, sólo se puede callar, como hizo Jesús que eligió el silencio y la Pasión. Es el estilo que se debe seguir incluso con las pequeñas obstinaciones diarias, las habladurías.

La primera lectura es casi una crónica (anticipada) de lo que le pasará a Jesús. Es una crónica adelantada, es una profecía. Parece una descripción histórica de lo que pasó después. ¿Qué dicen los impíos? “Tendamos trampas al justo, porque nos molesta y se opone a nuestra manera de obrar; nos echa en cara las transgresiones a la Ley y nos reprocha las faltas contra la enseñanza recibida. Es un vivo reproche contra nuestra manera de pensar y su sola presencia nos resulta insoportable, porque lleva una vida distinta de los demás y va por caminos muy diferentes… Porque si el justo es hijo de Dios, Él lo protegerá y lo librará de las manos de sus enemigos”. Pensemos en lo que le decían a Jesús en la cruz: "Si eres el Hijo de Dios, baja; que Él venga a salvarte". Y luego, el plan de acción: “Pongámoslo a prueba con ultrajes y tormentos, para conocer su temple y probar su paciencia. Condenémoslo a una muerte infame, ya que él asegura que Dios lo visitará”. Es una profecía, precisamente, de lo que ha sucedido. Y los judíos trataban de matarlo, dice el Evangelio. Entonces, también trataron de arrestarlo – nos dice el Evangelio – “pero nadie puso las manos sobre Él, porque todavía no había llegado su hora”.

Esta profecía es demasiado detallada; el plan de acción de esta gente malvada es sólo detalles sobre detalles, no escatimemos nada, probémoslo con violencia y tormento, y pongamos a prueba el espíritu de resistencia... sujetémoslo en trampas, atrapémoslo, (para ver) si cae... Esto no es un simple odio, no hay un plan de acción malvado - ciertamente - de un partido contra otro: esto es otra cosa. Esto se llama ensañamiento: cuando el diablo que está detrás, siempre, detrás de todo ensañamiento, trata de destruir y no escatima los medios. Pensemos en el comienzo del Libro de Job, que es profético sobre esto: Dios está satisfecho con el modo de vida de Job, y el diablo le dice: "¡Sí, porque lo tiene todo, no tiene ninguna prueba! ¡Pónganlo a prueba!" Y primero el diablo le quita sus posesiones, luego le quita su salud, y Job nunca, nunca se alejó de Dios. Pero el diablo, lo que hace, es ensañarse. Siempre. Detrás de toda la furia está el diablo, para destruir la obra de Dios. Detrás de una discusión o enemistad, puede ser el diablo, pero desde lejos, con tentaciones normales. Pero cuando hay ensañamiento, no dudamos: está la presencia del diablo. Y el ensañamiento es sutil. Pensemos en cómo el diablo ha sido furioso no sólo contra Jesús, sino también en las persecuciones de los cristianos; cómo ha buscado los medios más sofisticados para llevarlos a la apostasía, para alejarse de Dios. Esto es, como decimos en el lenguaje cotidiano, esto es diabólico: sí; inteligencia diabólica.

Me contaban algunos Obispos de uno de los países que sufrieron la dictadura de un régimen ateo que llegaron, en las persecuciones, a detalles como éste: el lunes después de Pascua las maestras tenían que preguntar a los niños: "¿Qué comisteis ayer?", y los niños decían lo qué habían comido en el almuerzo. Y algunos decían: "Huevos", y los que decían "huevos" eran perseguidos para ver si eran cristianos porque en ese país comían huevos el Domingo de Pascua. Hasta este punto, de ver, de espionaje, donde hay un cristiano para matarlo. Esto es un ensañamiento en la persecución y esto es el diablo.

¿Y qué se hace en el momento del ensañamiento? Sólo se pueden hacer dos cosas: discutir con esta gente no es posible porque tienen sus propias ideas, ideas fijas, ideas que el diablo ha sembrado en sus corazones. Hemos oído cuál es su plan de acción. ¿Qué se puede hacer? Lo que hizo Jesús: callarse. Es sorprendente cuando leemos en el Evangelio que frente a todas estas acusaciones, todas estas cosas, Jesús guardó silencio. Frente al espíritu de furia, sólo silencio, nunca justificación. Nunca. Jesús habló, explicó. Cuando comprendió que no había palabras, silencio. Y en silencio Jesús hizo su Pasión. Es el silencio de los justos frente a la obstinación. Y esto también es válido para – llamémoslo así – la pequeña tenacidad diaria, cuando uno de nosotros escucha que hay una habladuría allí, contra él, y decimos cosas y luego no sale nada... cállate. Silencio. Y soportar y tolerar la obstinación. La habladuría es también un ensañamiento, un ensañamiento social: en la sociedad, en el vecindario, en el lugar de trabajo, pero siempre contra él. Es un ensañamiento no tan fuerte como este, pero es una furia, destruir al otro porque se puede ver que el otro incomoda, molesta.

Pidamos al Señor la gracia de luchar contra el mal espíritu, de discutir cuando tengamos que discutir; pero frente al espíritu de obstinación, tener el coraje de callar y dejar hablar a los demás. Lo mismo ante esta pequeña obstinación diaria que es la habladuría: dejarlos hablar. En silencio, ante Dios.

Pastoral Educativa