"DICHOSOS LOS QUE CREEN SIN HABER VISTO" Jn 20,39
Equipo
Pastoral
Querida comunidad educativa:
Nos
volvemos a encontrar en torno a la Palabra de Dios…
Nos ponemos en presencia de Dios
para comenzar la oración de hoy.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
Lectura del Santo Evangelio según San Juan 20,24-39:
“Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”. Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano; métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”. Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”.
Palabra del Señor
Reflexionamos…
"Dichosos aquellos que crean sin haber
visto". Parece mentira que uno de los elegidos del Señor, no crea la
palabra de los apóstoles, sino que al contrario busque creer solamente por los
signos sensibles.
Tomás parece una persona de nuestro tiempo
porque solamente cree aquello que le presenten los sentidos.
Los sentidos son muy buenos, porque nos ayudan a
aprender más cosas, a saborear, oler, contemplar, sentir..., pero en el campo
de la vida espiritual, estos nos estorban, como le sucedió a Santo Tomás, que
no quería creer hasta no ver ni tocar.
Aquí es donde viene la bendición de Dios para
aquellos que sin ver crean. La bendición de la fe es también para nosotros, los
que estamos a dos mil años de distancia de los apóstoles. Para nosotros vendrán
las bendiciones de Dios, si creemos en todo lo que Él nos ha prometido. Pidámosle
que aumente nuestra fe, para que seamos dignos de recibir tales bendiciones.
Meditación del Papa Francisco
La consolación es este rehacer todo, no una vez, sino muchas
veces, con el universo y también con nosotros. Este rehacer del Señor tiene dos
dimensiones que es importante subrayar. Cuando el Señor se acerca nos da
esperanza, el Señor rehace con esperanza, siempre abre una puerta. Siempre. Cuando
el Señor se acerca a nosotros no cierra las puertas, las abre. El Señor en su
cercanía nos da la esperanza, esta esperanza que es una verdadera fortaleza en
la vida cristiana. Es una gracia, es un don.
Acercarse y dar esperanza, acercarse con ternura. Pero
pensemos en la ternura que ha tenido con los apóstoles, con Magdalena, con los
de Emaús. Se acercaba con ternura: 'dadme de comer'. Con Tomás: 'pon tu dedo
aquí'. El Señor siempre es así. Así es la consolación del Señor. Que el Señor
nos dé a todos nosotros la gracia de no tener miedo de la consolación del
Señor, de estar abiertos: pedirla, buscarla, porque es una consolación que nos
dará esperanza y nos hará sentir la ternura de Dios Padre.
Amén.