"EL QUE ME SIRVE SERÁ HONRADO POR MI PADRE" Jn 12, 26

   Equipo  Pastoral 

Querida comunidad educativa:

Nos volvemos a encontrar en torno a la Palabra de Dios…


Nos ponemos en presencia de Dios para comenzar la oración de hoy.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.


Lectura del Santo Evangelio según San  Juan 12, 24-26

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro que si el grano de trigo sembrado en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna. El que quiera servirme que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre’’.

 

Palabra del Señor

 

Jesús muchas veces nos ha hablado por medio de parábolas que son como pequeñas comparaciones que nos dejan un mensaje claro y profundo para nuestra vida. En esta ocasión Jesús quiere comparar nuestra vida con una pequeña semilla de trigo. Cuando una semilla cae en tierra, se transforma, deja de ser semilla para llegar a ser planta, y así poder dar fruto en abundancia.

De esta misma manera, cuando nosotros caemos en manos de Jesús – y Él sí que es Buena Tierra – también nuestra vida se transforma, y no solo eso, también es capaz de sacar de nosotros lo mejor que tenemos.

 

La Palabra de este día, nos regala este hermoso pasaje del Evangelio de Juan, “quien quiera ganar su vida, la perderá, y quien pierda su vida la ganará”. 

Si el grano de trigo que cae en tierra, no muere queda sólo, pero si muere da mucho fruto, empezaba diciendo Jesús, enseñándonos que el camino para la fecundidad, el camino para la vida Plena, feliz es la entrega, el salir de uno mismo, muriendo para dar vida. Si, la entrega generosa, sirviendo a los demás, el cansarnos en la generosa tarea de llevar a Jesús a los demás, es ganar Vida.

                                                                                                                               

Frente a la preocupación exacerbada de que nadie nos moleste ni nos quite tiempo, ni paz, frente a la amenaza cotidiana de la mezquindad, como muchas veces pasa en nuestro alrededor y en nosotros mismos, Jesús nos sigue invitando, con su vida entregada al extremo, a perder la Vida, a entregarla, a morir a nosotros mismos, para dar Vida, para ser fecundos, siendo de este modo discípulos misioneros. Nos invita a tener una actitud de confianza completa y sin reservas a la salvación del reinado de Dios.

Esta actitud y conducta nos la enseña Jesús no sólo con palabras sino con su misma vida, muerte y resurrección. Recordemos las palabras de Jesús: «Nadie tiene mayor amor que quien da la vida por los que ama». El que entrega su vida por los demás, ama de veras, se olvida de su propio interés y de su propia seguridad y lucha por una vida digna y libre para todos.

 

Que el Señor nos de la gracia para estar a la altura, de la Vida con mayúscula, en cada situación, donde la vida está en juego, sabiendo ofrecer lo mejor de nosotros para que, la vida en todas sus formas se multiplique.