PARA MEDITAR EN CUARESMA
Estamos en la
Cuaresma… pero ¿cómo podemos prepararnos para la misma?
Escuchando la Palabra de Dios, rezando, compartiendo con el
prójimo y haciendo obras buenas.
Lo primero que tenemos que hacer es darle un miradita a
nuestro corazón. Este es el tiempo para vivir una serie de actitudes que nos
ayudan a parecernos más a Jesús, y a estar más cerquita de Dios.
MIRADA AL CORAZÓN
¿Cómo está mi corazón?
Sería bueno poder tomarnos un ratito para examinar nuestro
corazón. Para ello necesitaremos de mucho silencio y de una mirada interior,
que se logra concentrándonos en nosotros mismos, estando un ratito a solas y
repasar qué cosas nos alejan de Dios, y no nos dejan ser buenos amigos de Jesús
y de los demás. Si nos ayuda podemos tomar nota de eso.
PREPARAMOS EL
CORAZÓN:
¿Qué quiero que Dios renueve en mi corazón?
¿Qué quiero cambiar de mi corazón?
"Después, subió a la montaña para orar a
solas. Y al atardecer, todavía estaba allí solo". (San Mateo 14,23)
Como Jesús vamos a tomar un tiempo para hablar
con Dios Padre, para contarle nuestras cosas. Eso quedará para nosotros, será
un momento personal y muy íntimo, por ello buscaremos un lugar especial.
Reflexión del Papa Francisco del Evangelio según San
Mateo 5, 17-19 (miércoles 18 de Marzo del 2020):
Este 18 de marzo, en la Misa en Santa Marta, el Santo Padre
elevó una oración especial por los trabajadores de salud que murieron ayudando
a los pacientes con coronavirus. En su homilía, recordó que Dios está siempre
cerca de nosotros y en este difícil momento nos pide que estemos cerca unos de
otros.
“Recemos hoy por los difuntos, aquellos que a causa del
virus han perdido la vida; de manera especial, me gustaría que rezáramos por
los trabajadores de salud que han muerto en estos días. Han donado sus vidas al
servicio de los enfermos”.
En su homilía, comentando las lecturas que presenta la
liturgia este miércoles de la III Semana de Cuaresma, el Papa Francisco recordó
que, nuestro Dios, es un Dios cercano a su pueblo y en este momento difícil nos
pide que estemos cerca unos de otros.
El tema de ambas lecturas de hoy es la Ley. La Ley que Dios
da a su pueblo. La Ley que el Señor quiso darnos y que Jesús quiso llevar a la
más alta perfección. Pero hay una cosa que llama la atención: la forma en que
Dios da la Ley. Moisés dice: "Porque ¿qué gran nación tiene a sus dioses
tan cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros cada vez
que lo invocamos? El Señor da la Ley a su pueblo con una actitud de cercanía.
Nosotros sabemos por revelación que es una cercanía paternal, de un padre, que
acompaña a su pueblo dándole el don de la Ley. El Dios cercano. "De hecho,
¿qué gran nación tiene a sus dioses tan cerca de ella, como el Señor, nuestro
Dios, está cerca de nosotros cada vez que lo invocamos?".
Nuestro Dios es el Dios de la cercanía, es un Dios cercano,
que camina con su pueblo. Él camina con su pueblo. No es un Dios que deja las
prescripciones escritas, "y sigue adelante". Hace las prescripciones,
las escribe con sus propias manos en la piedra, se las da a Moisés, pero no
deja las prescripciones y se va: camina, está cerca.
Y la primera respuesta del hombre, en las primeras páginas
de la Biblia, son dos actitudes de no proximidad. Nuestra respuesta siempre es
alejarnos, nos alejamos de Dios. Él se acerca y nosotros nos distanciamos. En
esas dos primeras páginas, la primera actitud de Adán con su esposa, es
esconderse: se esconden de la cercanía de Dios, se avergüenzan, porque han
pecado, y el pecado nos lleva a escondernos, a no querer la cercanía.
La segunda actitud, humana, a la propuesta de esta cercanía
de Dios es matar. Mata al hermano. "No soy el guardián de mi
hermano". Dos actitudes que borran toda proximidad. El hombre rechaza la
cercanía de Dios, él quiere ser amo de las relaciones y la cercanía siempre
trae consigo alguna debilidad. El "Dios cercano" se vuelve débil, y
cuanto más cercano se hace, más débil parece. Cuando viene a nosotros, a habitar
con nosotros, se hace hombre, uno de nosotros: se hace débil y trae la
debilidad hasta la muerte y la muerte más cruel, la muerte de los asesinos, la
muerte de los más grandes pecadores. La proximidad humilla a Dios. Se humilla
para estar con nosotros, para caminar con nosotros, para ayudarnos.
El "Dios cercano" nos habla de humildad. No es un
"gran Dios", no... No. Está cerca. Está en casa. Y lo vemos en Jesús,
Dios hecho hombre, cercano hasta la muerte, con sus discípulos: los acompaña,
les enseña, los corrige con amor…
Nuestro Dios es cercano y nos pide que estemos cerca unos de
otros, no que nos alejemos unos de otros. Y en este momento de crisis por la
pandemia que estamos viviendo, esta cercanía nos pide que la manifestemos más,
que la mostremos más. No podemos, quizás, acercarnos físicamente por miedo al
contagio, pero sí, podemos despertar en nosotros una actitud de cercanía entre
nosotros: con la oración, con la ayuda, muchas formas de cercanía. ¿Y por qué
deberíamos estar cerca el uno del otro? Porque nuestro Dios está cerca, quiso
acompañarnos en la vida. Por eso no somos personas aisladas: porque la herencia
que hemos recibido del Señor es la cercanía, es decir, el gesto de cercanía.
Pidamos al Señor la gracia de estar cerca unos de otros; no
nos escondamos unos de otros; no nos lavemos las manos de los problemas de los
demás, como hizo Caín: no. Juntos. Proximidad. Cercanía. "Porque ¿qué gran
nación tiene a sus dioses tan cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está
cerca de nosotros cada vez que lo invocamos?".